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miércoles, 26 de marzo de 2008

Enfermedad de Alzheimer y otras demencias

Enfermedad de Alzheimer y otras demencias

Dra. Cristina Micó Domene y Salvador Porras Obeso
Residente de MFyC y Psiquiatra. H. Elda. Alicante.

Concepto

La enfermedad de Alzheimer (EA) se define, clínicamente, por el desarrollo lentamente progresivo (varios años) con pérdida de memoria progresiva; desde el punto de vista patológico, existe una abiotrofia cortical con lesiones características: placas seniles y ovillos o degeneración neurofibrilar.
Epidemiología
La EA es la causa más frecuente de trastorno mental en el mundo occidental, y constituye el 75% de todas las demencias. Su incidencia y prevalencia se incrementan casi exponencialmente con el envejecimiento (desde los 40 hasta los 90 años, a partir de cuyo momento el incremento se modera). La prevalencia de esta enfermedad es cercana al 1% en la década de los 60, pero en mayores de 80 años alcanza un 20-40%. En España, probablemente existen entre 300.000 y 350.000 casos de EA.
Etiología
La enfermedad de Alzheimer es una abiotrofia crónica cerebral, de largo tiempo de evolución, y origen multicausal en la que juegan un papel factores hereditarios y factores ambientales aún escasamente caracterizados. El envejecimiento es un factor determinante.
Factores genéticos
Existen formas familiares de EA con un patrón de herencia autosómico dominante en las que se han encontrado diversas anomalías genéticas: gen del cromosoma 14 (locus 14q24.3) que codifica la presenilina 1 (al menos 5 anomalías); gen de la proteína precursora del amiloide (cromosoma 21); gen de la presenilina 2 (cromosoma 1), y es probable que alteraciones en el cromosoma 12 sean responsables de formas familiares de comienzo tardío. A muchas formas familiares de EA aún no se les ha hallado su ubicación genética. También hay datos que indican la existencia de interacciones genes-genes (herencia poligénica) que facilitan la aparición de formas familiares.
Existen factores de riesgo genéticos que aumentan la susceptibilidad a padecer la EA. La posesión de uno o dos alelos de la Apo-E4, ubicados en el cromosoma 19, conlleva un incremento de susceptibilidad a desarrollar la enfermedad (50%), aunque su riesgo relativo es escaso (de 2); es posible que el alelo Apo-E2 tenga un papel protector. Se han descrito otros factores de riesgo: alelo HLA-A2, el receptor de lipoproteína de baja densidad (cromosoma 12) y otros en cromosoma 17.

Anatomía patológica
En la EA se produce una atrofia cerebral difusa de predominio cortical y en la sustancia gris (más prominente en el hipocampo y lóbulo temporal) asociada a pérdida neuronal y sináptica generalizada y lesiones características: placas seniles y degeneración neurofibrilar. También se observa degeneración granulovacuolar de las neuronas, angiopatía amiloide (congófila), cuerpos de Hirano (inclusiones eosinófilas en las dendritas) y otras. Un hallazgo característico es la pérdida de neuronas en el núcleo basal de Meynert. En estadios finales existe atrofia subcortical con pérdida de sustancia blanca (angiopatía amiloide y arteriosclerótica, pérdida de axones).
Etiopatogenia
El defecto bioquímico más consistente en la EA y el que tiene consecuencia terapéutica es el déficit (58-90%) de la enzima que sintetiza el neurotransmisor acetilcolina: la colina acetiltransferasa. Este déficit es inicial en la EA y se correlaciona con el decremento intelectivo en esta enfermedad. El núcleo basal de Meynert y los lóbulos temporales son las regiones que mayor déficit de estos principios exhiben. También la colinesterasa (degrada la acetilcolina) y los receptores colinérgicos se encuentran disminuidos. El receptor muscarínico M2 y los receptores nicotínicos están muy alterados, mientras que el receptor muscarínico M1 presente en el hipocampo está relativamente preservado. Otros neurotransmisores, como la serotonina, somatostatina, norepinefrina, GABA y varios de sus receptores, están claramente afectos en la EA. El papel de los receptores glutamatérgicos está en estudio.
Una de las hipótesis sobre la génesis de la EA es la "hipótesis de la cascada de amiloide". Según ésta las alteraciones cerebrales (pérdida neuronal y sináptica, placas seniles, angiopatía amiloide) se deben al depósito cerebral de amiloide (b-amiloide o proteína A4, proteína de 39-42 aminoácidos) que deriva de la proteína precursora del amiloide anormal o mal regulada catabólicamente.

Fisiopatología
La degeneración cortical difusa es responsable del trastorno de las funciones cognitivas y de las modificaciones de la personalidad. La afección y desaferenciación del hipocampo y la degeneración de los núcleos colinérgicos basales explican la relevancia de los trastornos de la memoria. En la aparición de alteraciones de la atención y de fenómenos depresivos es probable que desempeñe un papel primordial la degeneración de los sistemas de proyección noradrenérgicos y serotoninérgicos.
Cuadro clínico
La mayoría de los casos (alrededor del 80%) se observan a partir de los 80 años, aunque algunos comienzan en la cuarta década. El síntoma inicial más frecuente es la pérdida de la memoria reciente. Sobre todo se afecta un subtipo de aquélla, la memoria episódica (experiencias personales en un determinado tiempo y espacio), pues la memoria semántica, conjunto de conocimientos generales, y la implícita, aprendizaje de habilidades (conducir un coche), se preservan bastante bien en estadios precoces. Tampoco se afecta inicialmente la atención elemental.
El trastorno de la memoria se manifiesta por la incapacidad para el aprendizaje de palabras o sucesos que mejora poco o nada con ensayos repetidos, se acompaña de pérdida rápida de lo aprendido y de una tendencia a producir errores de intrusión (mezclar apartados de diversos episodios). Habitualmente, progresa de forma lenta pero inexorable (puede haber "estancamientos" de varios años). Inicialmente, el paciente olvida sucesos significativos de unos días antes, pero conforme avanza la enfermedad, no recuerda sucesos del día previo o de horas antes y, en estadios avanzados, olvida sucesos inmediatos.
Las alteraciones del lenguaje suceden a las de la memoria. La anomia (incapacidad para recordar los nombres de objetos, cosas o personas) es un síntoma típico de afección inicial. Se altera la fluidez verbal. La comprensión del lenguaje escrito se empobrece progresivamente de forma paralela a la de la escritura. El trastorno intelectivo se manifiesta inicialmente por la pérdida de capacidad para realizar tareas complejas cotidianas (gestiones financieras), lo cual es más aparente es situaciones nuevas, y es menos perceptible cuando las actividades, aunque complejas, son rutinarias. En la entrevista clínica se puede comprobar el déficit del razonamiento abstracto (interpretación de refranes). Las dificultades visoespaciales pueden ser precoces. La apraxia constructiva es el trastorno discernible más temprano de este tipo. Las agnosias suelen aparecer en estadios avanzados.
El trastorno no cognitivo más frecuente es la depresión, sobre todo al inicio (tres primeros años) y puede ser reactiva o biológicamente condicionada (depleción monoaminérgica). Otras alteraciones del ánimo (disforia reactiva, ansiedad, irritabilidad) son, en general, tardías. No son raras las reacciones catastróficas (descarga emocional y autonómica excesiva ante fracasos en una tarea) en pacientes con enfermedad avanzada. En la evolución de la EA pueden aparecer delirios (ideas falsas resistentes a la argumentación) en el 40% de los casos, confabulaciones y alucinaciones. Las agresiones (20-57%), finalmente la violencia verbal o sexual, son más frecuentes en varones, causan gran trastorno familiar y aconsejan su internamiento en un centro adecuado. También los trastornos del ciclo sueño-vigilia (insomnio), de la ingesta (bulimia), sexuales (hipersexualidad), el vagabundeo, las conductas repetitivas sin intención aparente y la incontinencia esfinteriana son frecuentes en estadios avanzados.

El examen neurológico es característicamente normal en estadios iniciales. En estadios avanzados es frecuente (6-50%) la aparición de alteraciones extrapiramidales (hipertonía, bradicinesia e hipomimia facial sobre todo). También hay mayor frecuencia de reflejos atávicos (palmomentoniano, prensión), déficit olfatorio, signos cerebelosos tenues, trastornos de la marcha y temblor. En estadios avanzados pueden aparecer trastornos de la marcha y de la postura, crisis epilépticas y mioclonías; en los finales, son frecuentes cuadros de déficit extrapiramidal y piramidal bilateral asociado a demencia total, e incluso, a estado vegetativo terminal. La presencia de rigidez en rueda dentada, temblor o posturas distónicas es muy rara y debe hacer dudar del diagnóstico (probablemente una enfermedad de Parkinson) o hacer pensar en la ingesta de neurolépticos. Hay casos, comprobados patológicamente, con anomalías motoras asimétricas o focales (hemiparesia, cuadro cerebeloso, piramidalismo).
FORMAS CLINICAS DE PRESENTACIÓN:
Forma amnésica, una neuropsicológica focal (afasia progresiva y otras) y una forma dominada por trastornos del comportamiento.


Forma amnésica
Se caracteriza por la pérdida progresiva de memoria acompañada por alteraciones sutiles del lenguaje, funciones visoespaciales ejecutivas y otras alteraciones "corticales". Es la forma más común de demencia degenerativa y constituye la presentación típica de EA, aunque otras demencias abiotróficas del SNC (demencia por cuerpos de Lewy, enfermedad de Pick, demencia frontotemporal) la pueden ocasionar más raramente.

Formas focales
En estas formas destaca la afasia progresiva aislada en la que, inicialmente, no se afectan la memoria ni otras facultades intelectivas. Estaría causada por un combinado etiológico en el que una tercera parte serían casos de EA, un 15% de enfermedad de Pick, y la mayoría (54%) correspondería a una atrofia focal con degeneración neuronal inespecífica (afasia de Mesulam).
Formas comportamentales
Estos cuadros tampoco son homogéneos, aunque la mayoría presentan una apariencia clínica de trastorno de la personalidad progresiva (desinhibición, apatía) y aceptable conservación de la memoria (demencia frontal). Raramente (en algunas series el 12%) la EA se presenta de este modo o con apariencia "psiquiátrica" como un cuadro psicótico o de otro perfil. La mayoría de los síndromes frontales son causados por la demencia frontal, la enfermedad de Pick clásica representaría el 20% y más infrecuentemente habría casos de EA o de demencia por cuerpos de Lewy.

Diagnóstico y diagnóstico diferencial
El diagnóstico de la EA es clínico, por lo que la anamnesis y el examen neurológico y neuropsicológico constituyen la mejor herramienta diagnóstica. Ninguna prueba complementaria permite el diagnóstico de EA. Éstas, con excepción de los test psicométricos, son normales o presentan alteraciones inespecíficas.
Los criterios diagnósticos estandarizados tipo NINCDS-ADRDA establecen grados de probabilidad diagnóstica recomiendan la práctica de aquellas pruebas complementarias (neuroimagen, bioquímicas o del LCR), que sean necesarias para excluir otras enfermedades que puedan simular una EA. Estos criterios, confrontados con el patrón patológico, ofrecen un buen rendimiento diagnóstico (80-90%).
En la actualidad los marcadores más fiables de la EA son neuropsicológicos. Los fallos en la memoria de fijación obtenidos por diversos test y las alteraciones en algunas pruebas ejecutivas son el mejor marcador en los casos iniciales y frente al envejecimiento normal.
La neuroimagen permite, por una parte, descartar lesiones cerebrales que producen demencia (vasculares, por ejemplo) y, por otra, intentar un diagnóstico específico de EA (medición de hipocampos); la constatación de un hipocampo atrófico ha permitido obtener, en algún estudio, importante seguridad diagnóstica (próxima al 90%), pero estas investigaciones son difícilmente reproducibles en la práctica. La SPECT, la PET, la RM funcional y la espectroscopia por RM son técnicas que se utilizan para fines de investigación, pero pueden ser de uso clínico en un futuro. Los marcadores moleculares genéticos son útiles en pocos pacientes (menos de un 5%). El marcador de riesgo genético, el alelo Apo-E4, tiene utilidad sólo limitada a la investigación, salvo en casos excepcionales. Otras estrategias diagnósticas peculiares, como la alteración de la olfación asociada a la EA o las respuestas pupilares anómalas a la tropicamida, tienen importancia científica pero no utilidad práctica.
La apariencia clínica típica de la EA (síndrome amnésico lentamente progresivo) junto a una exploración neurológica sin defecto focal muy raramente puede ser simulada por un proceso expansivo del SNC (como un tumor del lóbulo temporal), otra enfermedad neurológica (neurosífilis), sistémica (déficit de vitamina B12) o psiquiátrica (depresión). Sin embargo, cuadros de demencia con características "de alteraciones del comportamiento", o de defectos focales neuropsicológicos o con déficit motor pueden ser simulados por otras enfermedades que afecten de forma difusa o multifocal a los hemisferios cerebrales o por otras abiotrofias del SNC.
Los cuadros clínicos que generan más confusiones con la EA son la enfermedad de Parkinson, la demencia por cuerpos de Lewy y las demencias frontales. La realización de un diagnóstico diferencial entre estos procesos es cada vez más importante, pues se están desarrollando terapias específicas para la EA que probablemente no tienen utilidad en otras demencias (como las frontales).
Tratamiento
Los fármacos existentes tienen escasa eficacia. Aún así, se han establecido cuatro grandes categorías: 1) de acción sintomática (la mejoría desaparece con su retirada); 2) estabilizadores, que enlentecen el proceso; 3) preventivos (atenúan el riesgo de EA o retrasan su comienzo), y 4) curativos, de imposible desarrollo sin mejor conocimiento de la enfermedad. Obviamente, hay fármacos con objetivos específicos (alteración del sueño, trastornos conductuales) o difíciles de clasificar.
Fármacos sintomáticos
Se han empleado una gran cantidad de medicinas en la terapia de la demencia de la EA sin mejoría clínica significativa. Varios fármacos han demostrado que producen mejoría cognitiva y funcional que dura más de 3-6 meses; la mayoría restablece el déficit colinérgico (inhibidores de la colinesterasa). Cuatro de éstos (tacrina, donepecilo, rivastigmina, metrifonato) han acumulado la suficiente información clínica para justificar su utilización, pero otros, como los fármacos colinomiméticos (estimulantes de receptores muscarínicos M1), estimulantes de los receptores nicotínicos y de otros sistemas de neurotransmisión, todavía están en estudio.
Fármacos estabilizadores
Hasta la fecha sólo se ha demostrado que dos antioxidantes, la selegilina y la vitamina E, tienen modestos efectos enlentecedores de la EA sin producir mejoría cognitiva. Existe evidencia clínica y experimental de que los antiinflamatorios, los glucocorticoides, los estrógenos y ciertos neuroprotectores (antagonistas de los canales del calcio, protectores de membrana, factores de crecimiento nervioso y otros) pueden producir un efecto estabilizador en la enfermedad.

Tratamiento no farmacológico de la EA
En la EA se han practicado numerosas terapias no farmacológicas (sobre todo en centros de día) para mejorar tanto el rendimiento cognitivo como los trastornos de conducta (orientación en la realidad, ludoterapia). Los resultados son interesantes, pero los efectos han sido de escasa duración. En este epígrafe habría que incluir numerosas actividades médicas y sanitarias de mucha utilidad en el manejo de estos pacientes y que van desde modificaciones de su vivienda (señalización llamativa del cuarto de baño, por ejemplo) hasta estrategias para minimizar los efectos de la falta de control de los esfínteres.
Aspectos sociofamiliares
Desde una perspectiva médica es conveniente que el contexto familiar disponga de diagnóstico e información precoz de las consecuencias que acarrea la enfermedad. Una cuestión a tener en cuenta es el cuidado del cuidador. El cuidador atiende a su cónyuge o padres muchas veces durante las 24 h del día, está en riesgo de cansancio físico y mental (depresión, ansiedad) y requiere con frecuencia ayuda médica, psicológica y social. Hay que lograr para estas familias ayuda sociosanitaria en domicilio, cuidados en centros de día, ingresos de respiro y más plazas públicas de hospitalización a largo plazo.

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